sábado, 4 de noviembre de 2017

Lacan habla en su Seminario VI (El deseo y su interpretación) de "la retirada del objeto del campo de la epistemología". Al exponer la naturaleza del objeto (en su modalidad de objeto a), habla de esta "retirada", precisamente al mediar el deseo. El deseo es este factor fundamental que distingue cualitativamente la relación de objeto en el psicoanálisis con aquella propuesta, por ejemplo, por la Fenomenología (en su concepto de "intencionalidad").

Hablamos de una relación de objeto que ocurre en el deseo, siempre ya mediada -en tanto deseo- por el significante. El deseo está floculado; inserto en la lógica de lo Simbólico, pero, también, la relación puramente Simbólica (esto es, el desplazamiento metonímico y la metáfora), la relación del sujeto con el enunciado -enunciado que se desdobla en enunciado y enunciación- supone ya un trazo objetal. El objeto a, la relación de objeto, está implicada en la enunciación (la cual no es simplemente un nivel o un estrato distinto del enunciado -como bien advierte Lacan al señalar la debilidad "topológica" de su grafo del deseo- sino una distancia interna, sin medida, del enunciado con respecto a sí mismo; una escisión que es sujeto. Es la sustancia hecha sujeto del enunciado mismo). La relación con el objeto desborda, así, la epistemología cartesiana e incluso la perspectiva de mutua transformación sujeto-objeto de algunas epistemologías contemporáneas.

¿Por qué? Porque en un movimiento propiamente hegeliano, Lacan da cuenta de que la "objetalidad" está implicada en la génesis misma del sujeto y es imposible como tal sin éste. El objeto, así, es posterior al movimiento que lo implica, i. e., el deseo.

Una relación sujeto-objeto que ocurre en el campo del deseo trastoca su topología inexorablemente. El objeto a no es otra cosa que el "desvanecimiento" -afánisis- del sujeto. La castración es la forma fundamental de este atolladero topológico de la relación de objeto: el significante como objeto, y el objeto como escisión, como soporte y parteaguas en el campo del significante. Se trata de un objeto que no es previo, sino una determinación reflexiva del movimiento mismo del deseo. Ésta es la dialéctica del objeto-causa-del-deseo (a) y el objeto-del-deseo (un objeto puramente contingente que encarna, incorpora, el movimiento del deseo que implica, ya en sí mismo, aquello objetal).
La investición libidinal del objeto es este movimiento deseante fundamental. Lacan lo compara con las formas de valor en Marx. El salto propuesto por Lacan es desde el objeto como singular concreto, del objeto como objeto de uso -esto es, como un objeto al cual se dirige la conciencia en la "Intencionalidad" fenomenológica-, al objeto como universal concreto del valor abstracto, donde está,  en parte, elidida la "objetividad" previa del objeto (Esto es, en la mercancía, parece que los objetos son primero valor, y su naturaleza de objeto es una derivación del primero); su sustancia no reside en su "objetividad", sino en su "objetalidad": i. e., en la relación de objeto, en el objeto como objeto a.

Ya decía Lacan que el deseo implica a un sujeto en confrontación con un objeto que "(...)de tanto en tanto" se revela como el significante esencial en torno al cual se juega la suerte de toda relación del sujeto con el objeto. (Seminario VI, p. 120) Esto es, el objeto, no como objetivo, sino como objetal. Como objeto a.