miércoles, 13 de diciembre de 2017

"Abstenerse de inmiscuirse en el ritmo inmanente de los conceptos, no intervenir en él de un modo arbitario y por medio de una sabiduría adquirida de otro modo, esta abstención constituye de por sí un momento esencial de la concentración de la atención en el concepto." GWF Hegel.

Es éste uno de los pasajes obligados para Marx quien, en la madurez de su trayectoria intelectual, retornó a aquel antiguo e impasible maestro. Qué hegeliano resulta El Capital: el desarrollo de una ciencia desde la perspectiva hegeliana, que se acerca con atención a las determinaciones -o destinos- conceptuales, que no teme ensuciarse las manos siguiendo la pista y el desarrollo inmanente de los distintos conceptos. En El Capital, es el capital quien habla y se desarrolla solo, desde el valor hasta la renta, la crisis, etc. Podría decirse que son "(...)automivimientos puros(...)" o almas del concepto, como expone Hegel. Qué distinto a la Filosofía de la Miseria de Proudhon, quien, en el tono de aquello que Hegel llama "actitud razonadora", desarrolla un pálido sistema en que martilla vulgarizaciones de la dialéctica hegeliana a los conceptos de la economía política, donde éstos terminan, como animados por un titiritero, desvanecidos e inertes. Artificiales. Es infinitamente trivial e infinitamente alejado del contenido. Marx señorea callando. En El Capital no vemos a un vulgar titiritero, moviendo conceptos muertos, sino a un concepto que se determina, se mueve, se desarrolla.

"(...) [deja] que el contenido se mueva con arreglo a su propia naturaleza, es decir, con arreglo a sí mismo, como lo suyo del contenido, limitándose a considerar este movimiento."