lunes, 9 de octubre de 2017

El trompe l'oeil de la apariencia con respecto a la Idea o la Cosa en sí es esbozado en su dimensión propiamente hegeliana por Lacan en su seminario XI, discurriendo sobre la pintura, la imagen y el fenómenos pulsional escópico. Cita Lacan la anécdota de dos pintores griegos que competían. Uno de ellos, Parrhasios, pinta un velo tan perfecto que su contendiente le pide que lo corra para permitirle ver qué hay tras él. Lo que había "tras el velo", sin embargo, era la posibilidad del velo de ser percibido como velo, como ocultamiento de la Cosa. Tras la apariencia no está das Ding, sino la posibilidad misma del engaño, del engaño transferencial: la calidad de apariencia de la apariencia. Para Hegel, la esencia es "la apariencia qua apariencia". Tras el velo tomado como apariencia no está sino la universalidad del acto reflexivo, haciendo del sujeto -como puramente negativo-, parte constitutiva del proceso: que lo verdadero se exprese no como sustancia, sino también como sujeto.

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