lunes, 9 de octubre de 2017

Hegel, en un recodo de su Fenomenología, al ponderar la frenología, respondió a un síntoma epistemológico y político de nuestra época, que, a pesar de ser de radical actualidad, no es nuevo: S. Chorover (Del génesis al genocidio, 1986) traza una línea histórica y lógica directa entre la frenología y las neurociencias vigentes. El reduccionismo materialista, el empiricismo, en una fascinación con la inmediatez y la facticidad, caen en un círculo fetichista y tautológico que pierde la complejidad y dimensión de un proceso, de una problemática. Esta causalidad fácil, esta fascinación con una forma fetichizada de la facticidad, este ánimo de reducir y "lobotomizar" los fenómenos a un objeto puramente concreto e inmediato se acercan (derogando en "fantasía" la conciencia o la libertad, desmitificando, revelando) , más bien, a una forma nueva de misticismo. Incluso este objeto  miserable (ya el cráneo, ya el cerebro, ya el genoma), este puro exceso corporal, esa materia purulenta, reclama su propio estatus: acaso ese pedazo de carne ha siempre ya desbordado las barreras que su propia condición miserable parece reivindicar. Que éstas no son su realidad.

"Cuando, por tanto, se dice a un hombre: tú (tu interior) eres esto porque tu cráneo tiene tal o cual constitución, eso sólo quiere decir una cosa, y es que yo considero un hueso como tu realidad. La réplica a semejante juicio mediante una bofetada, a que nos referíamos a propósito de la fisiognómica, hace, ante todo, que las partes blandas pierdan su prestigio y sean desplazadas de su situación y sólo demuestra una cosa: que estas partes no son un en sí verdadero, no son la realidad del espíritu -aquí, la réplica debería ir, en rigor, hasta hundir el cráneo de quien así juzga, demostrando así de un modo tan de bulto como lo es su sabiduría que un hueso, para el hombre, no es nada en sí, y menos aún, su verdadera realidad." (G.W.F Hegel, Fenomenología del Espíritu, p. 203)

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